"hwhy" (YHWH) en la versión "Septuaginta" (LXX)
La versión conocida como la "Septuaginta" (o LXX) es una traducción al griego que se hizo entre el III y I siglo a.E.C. Se hizo (tradicionalmente por un grupo de setenta eruditos, de allí el nombre de Septuaginta) para proveer para las necesidades de los judíos de la Dispersión, que para aquel entonces hablaban en su mayoría el griego, y no el arameo, la lengua de los judíos de Palestina. Hay que destacar que es una traducción (que, por cierto, ¡no es inspirada por Dios!), y no un manuscrito del original hebreo, pero que es muy útil hoy en día para establecer el significado probable de palabras hebreas desconocidas o de sentido oscuro. Esta versión fue muy usada por los judíos al tiempo de Cristo, y fue retomada por los apóstoles y primeros creyentes como base de su predicación. De hecho, la mayoría (más del 75%) de las citas de las Escrituras Hebreoarameas usadas en las Griegas Cristianas siguen la lectura de la Septuaginta en lugar de la del original hebreo.
Esta versión vierte unifórmente "hwhy" (YHWH) por el término griego "kurios", o Señor. No usan una transcripción del hebreo (tal como "YHWH" o "Yahweh" en nuestras versiones), ni lo dejan en los caracteres hebreos originales lo "traducen" colocando el griego para "Señor". De los miles de usos del nombre divino (¡6.828, a ser exacto!) entre los centenares de manuscritos y fragmentos existentes de la LXX, una mayoría abrumadora (como veremos en las próximas páginas) emplea "ku&rioj" (kurios, o "Señor") cada vez que aparece "hwhy" en el original hebreo.
Sin embargo, apelando a unos pocos fragmentos que sí contienen el nombre divino YHWH, se afirma que debe, por lo tanto, haber sido usado por Jesús y los apóstoles, debe haber aparecido en los primeros manuscritos del las Escrituras Griegas, y debe haber sido quitado en siglos posteriores. Todo ello carece de evidencia alguna, y contradice claramente la posición arriba citada de la fidelidad del proceso de transmisión de los manuscritos. Es incoherente aseverar que podemos fiarnos de nuestros textos y al mismo tiempo decir que han sido cambiados. Miremos la evidencia que apoya esta posición ahora.